viernes, 14 de diciembre de 2012

ESTAR BIEN CON LO QUE HAY.

Menorca ya se ha vestido de Navidad, las fiestas ya están aquí y en estos días vivimos su anticipo con todo lo que suponen: alegría, reencuentros familiares, gestos  generosos, buenos pensamientos y también, en igual o mayor proporción: tristeza, soledad, frustración económica, problemas relacionales. Y es que nos gusten o no nos gusten, las Navidades  constituyen uno de los acontecimientos más importantes del año y es difícil escapar a su influjo y a su contradicción. Hay mucho movimiento psicológico en estas fechas. Los encuentros, las ausencias,  los preparativos, las expectativas, los regalos…todo ello hace que tanto el amor y la efusividad, como  el dolor y el sufrimiento se hagan más evidentes. Cuando menos, suponen cierto grado de estrés y desequilibrio emocional, para bien y para mal.
El sentido y significado de estas fiestas es múltiple y diverso según la perspectiva desde la cual las vivamos. Para algunos tienen un sentido religioso, para otros, festivo,  económico o de encuentro familiar y social. Quizás los aspectos que más nos remueven, a pesar de los cambios que han sufrido la familia y la adhesión a la religión en los últimos años, están condicionados  por la concepción de la Navidad como la fiesta familiar por excelencia y por la dimensión espiritual profunda que tiene, aunque no nos sintamos religiosos.
El significado original en latín de Navidad es el de volver a nacer. Los cristianos, crearon el ritual que hoy nos llega, para celebrar el nacimiento de Jesús y que más allá de concepciones religiosas, en nuestro inconsciente representa también, la posibilidad de un renacimiento interior al amor, en cada uno de nosotros. De hecho ya los romanos y así otras muchas culturas, también de manera ritual, se reunían y celebraban esta misma fecha, en conmemoración al dios sol, con el nacimiento de la prolongación de los días, tras el solsticio de invierno, abriéndose a la vida y agradeciendo la luz que sucede a la oscuridad. Incluso para la gente más agnóstica y reacia, hay como una especie de tendencia intuitiva que nos mueve a juntarnos y a hacernos reflexiones y replanteamientos vitales.
Así que, por un lado, el ritual de la Navidad constituye una invitación al reencuentro con la familia,  con familiares y  amigos que a lo mejor no hemos visto en meses, algunos con los que no nos llevamos bien o tenemos temas sin cerrar. Por eso es esperada con fervor por quienes viven una situación personal y/o familiar armónica (con sus diferencias y dificultades que saben equilibrar) y temida o rechazada por quienes tienen situaciones personales y/o familiares delicadas o espinosas y no se han preparado a tiempo para vivir las fiestas desde otro lugar. De alguna forma el imaginario colectivo trata de reproducir el ideal de familia extensa y cohesionada, con toda la carga emocional  que para muchos, eso supone. De hecho, muchas personas se confunden creyendo que el ritual reforzará los lazos familiares debilitados, cuando es más bien al contrario, el ritual si no es asumido por los participantes no puede arreglar la relación, si no alterarla, agitándola aun más si cabe.
Por otro lado, la Navidad representa una inflexión, una parada o paréntesis que nos propone abrirnos a la ternura del compartir, dejar partir el dolor de nuestros pesares y renacer fortalecidos. Nos invita a conectarnos con nuestra sencilla autenticidad para reunirnos con las personas que queremos y juntos celebrar la vida. Para algunos, también esta invitación pudiera  ser dolorosa o conflictiva, sobre todo cuando la expectativa de amor, compasión y buenaventura es vivida como una imposición, con exigencia.
Y es que, si bien los rituales han tenido siempre una función social de vinculación con la historia, con la tradición, dando identidad a los pueblos y a las personas. Y nos han servido, en numerosas ocasiones, para facilitar  la cohesión, la comunicación, la cooperación y la ruptura de rutinas, haciendo que los días sean especiales; también en otros momentos, con su tendencia a la rigidez pueden asfixiar lo que en origen se proponen. Cuando la sociedad cambia, cambian los valores de sus gentes y su estilo de vida y entonces el seguir compartiendo un ritual que sirvió en otro tiempo para otras formas, puede agobiar o reprimir a las personas, convirtiéndose  en un conflicto, sin cumplir las funciones que el mismo tiene. De igual manera, cuando no es vivido como una invitación si no como una imposición, se puede fácilmente convertir en un teatro, en una mentira, perdiendo su sentido profundo.
Por eso, soy partidaria de que quien no se sienta a gusto dentro del ritual, se permita cambiarlo, dejando de lado lo que constriñe y disgusta, abriendo espacios de negociación con la familia y acercar el ritual a algo más representativo para cada cual, más próximo y enriquecedor. De hecho, de manera natural y sin planteamientos teórico previos, muchas gentes van creando y descubriendo nuevos rituales. Gente inmigrante, familias de padres separados, familias reensabladas, jóvenes que sin creer en la religión se aproximan a la espiritualidad desde otro lugar, todos ellos van haciendo un cambio en el ritual de la Navidad.
Así que para que la experiencia de estas navidades sea positiva es oportuno abordarlas con mentalidad abierta, sin rígidas expectativas de cómo deberían ser, atreviéndonos a aceptar  emociones diversas, nuestras y de los demás, aprovechando los momentos de recogimiento para entrar en nuestro interior y con el corazón proponernos mejorar, tratando de estar  lo mejor posible con lo que hay, que si lo sabemos valorar,  no es poco.
Publicado en el Última Hora de Menorca, el 15 de Diciembre, del 2012

2 comentarios:

  1. Hola Patricia
    Me ha gustado mucho leer tu reflexión sobre la Navidad, me he sentido identificada con muchos de los sentimientos que mencionas, tanto los positivos como los negativos en función de la situación personal y familiar en la que me he encontrado en cada una de mis Navidades. Pero lo que más me ha gustado ha sido esta forma de diversificar el sentido de esta fiestas, casi tantos como personas que las viven, desmitificando asi esta exclusividad que en cierta manera ha promulgado la religión, sobre todo la católica.
    No conocía tu blog pero intentaré seguirlo. Gracias.

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  2. Hola Xeca: como ves no tengo aún muy automatizado el cuidado del blog. Lo he creado a modo de almacén en donde poder ir volcando lo que voy escribiendo pero aún no estoy muy ducha en todas las opciones que ns brinda.Me alegro te hya llegado un poquito de mi reflexión en torno a la navidad y ojalá te esté sirviendo para transitar éstas amablemente.Gracias por compartir tu opinión, es aún novedoso esto para mí.Y un abrazo navideño e internauta, nos volvemos a ver pronto.
    Patricia

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