sábado, 3 de noviembre de 2012

EL PAÍS DONDE HABITAN LOS MONSTRUOS

“En ocasiones, cuando algo enfada a mi dulce hijo, pareciera que un monstruo se apodere de él, le hiciera escupir culebras por la boca y sacudir su cuerpo contra todo objeto o persona a su paso. Es una reacción difícil de comprender y manejar.”
La rabia es la emoción más malentendida de todas. La rabia tiene mala reputación: nos han enseñado a creer que es malo estar enfadado y a menudo intentamos evitar ese sentimiento, censurando o castigándolo.
Sin embargo, la rabia (el enfado, la ira) es un sentimiento legítimo, normal, natural. Cargado de fuerza. Todos sentimos, a veces, esta emoción. No es mala en sí misma.  Es la puesta en marcha de una energía, en momentos necesaria: cuando tengo que decir “no” y sostener la tensión que produce mi negativa; cuando he de preservar mi espacio o mi voluntad  frente la tentativa de otro; cuando busco algo que necesito y no quiero hundirme con las negativas.
Es lo que hacemos con esta emoción: si podemos aceptarla o no, cómo la expresamos, si  la dejamos salir o la reprimimos, lo que muchas veces, ocasiona todos los problemas.
Los niños, desde temprana edad, aprenden que la rabia es peligrosa, está mal vista, generalmente es rechazada. Sin embargo, reciben un mensaje contradictorio: de un  lado, vivéncian el arrebato de ira de los adultos (que también en momentos nos convertimos en monstruos) ya sea en una forma muy directa o en la forma indirecta de una gélida reprobación, pero usualmente no se acepta que los niños manifiesten su propia rabia. De modo que, muchas veces, aprenden maneras insanas e inapropiadas de expresar esta normal emoción humana, reprimen, desvían, la proyectan fuera.
Las emociones no son buenas ni malas. Todas nos traen una información y nos movilizan para la acción, tienen una función. Por otro lado, siempre encuentran una vía de expresión, por extraña que esta sea.
Los niños, en ocasiones, no tienen más remedio que expresar sus emociones de enfado de  maneras inapropiadas: maneras  perjudiciales para ellos, que los hacen meterse en problemas y que no hacen sentir satisfacción  a quien les rodea ni a sí mismos.
Algunos, se hacen a sí mismos lo que les gustaría hacer a otros e irrumpen con dolores de cabeza o estómago. Otros, desvían su rabia y dan puñetazos, muerden o dan patadas sin sentido en los momentos más inesperados. Y el cuerpo de otros niños expresa su rabia con pesadillas o imaginando que todo el mundo está enfadado con ellos. Utilizan estas conductas, para sobrevivir, contactarse con el medio ambiente, intentar satisfacer sus necesidades, de la manera que pueden.
La rabia parece tener los efectos más insidiosos en nuestra sociedad, quizás por que es la emoción menos tolerada. A los niños les cuesta, normalmente, expresar sanamente su enfado.
Es por eso oportuno, ayudar  a los niños a transitar la experiencia de esta emoción.  Creo que para ello, es importante ayudarles a Tomar conciencia de la rabia, “veo que estás  muy enfadado”, hablando sobre la emoción, compartiendo sus sutilezas y matices, mientras más experiencias tengan con diversas formas y descripciones de los sentimientos, los comunicarán mejor (la rabia, por ejemplo, puede ir desde una leve irritación y fastidio, hasta la ira extrema, furia y cólera).
Otro aspecto importante es el de Aceptar la rabia “está bien enfadarse”, es natural y es por algo que ocurre que pone (o yo imagino que pone) en peligro mi “integridad”, todos la sentimos, a veces. Es a su vez, normal, tener emociones encontradas sobre una misma persona o cosa (puedo sentirme enfurecida con mi mamá, odiarla por que me apagó la tele, y quererla con locura).
Seguidamente, podemos ofrecer a los niños, diferentes opciones para que puedan elegir como expresar su rabia. Ayudarles a elegir como quieren expresar su enfado, directamente o en privado, de alguna otra forma que no dañe a los demás ni así mismo, ya que la rabia, de todas, todas, va a salir. Así, si no puede expresarla directamente, existen muchas otras maneras seguras de librarse de esa energía rabiosa y es bueno darles a los niños esas opciones: puede expresar en palabras que le ha disgustado; puede escribir sobre su rabia; puede escribir una lista con todas las palabras rabiosas que se le ocurran. Puede dibujar, pintar o garabatear su enfado; puede romper un diario, hacer bolas de papel, golpear la cama con un almohadón, pegarse una carrera, aullar en la ducha o estrujar una toalla… De alguna manera, dejarla salir, permitir que se exprese que generalmente, tiene algo importante que decir. Con ella, el niño está tratando de satisfacer sus necesidades de amor, respeto, libertad, contacto físico, juego... La rabia cuida de él. Aunque esas necesidades, muchas veces nos incomoden a los adultos, dejemos salir los monstruos.
Publicado en el Última Hora, el 3 de Noviembre, 2012

1 comentario:

  1. Hola Patricia, fíjate hasta hoy no he visto tu bloc, está fenomenal, das muy buenas pistas para mejorar y sanarnos, y que ello repercuta a nuestro alrededor. Tienes razón, nunca nos enseñaron a gestionar la rabia, de hecho nos la prohibieron y ahora, siendo padres y madres a menudo nos dejamos llevar por lo que aprendimos. Es importante reflexionar sobre lo que hacemos y desaprender si hace falta. Gracias por tus consejos, hoy terminó aquí, pero seguiré leyendo tu bloc. Un abrazo.
    Montse Carné.

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