Ya decía Sócrates que un primer requisito para caminar una vida en
plenitud, es el de la máxima, “conócete
a ti mismo”. Conocernos a nosotros mismos, no sólo nos ayuda a estar bien, si
no que es la única manera de ser verdaderamente libres y de poder estar bien
con los demás. El desconocimiento y la inconsciencia, están muy unidas al mal:
la mayoría de las veces hacemos daño por que somos ignorantes, por que no
sabemos de la trascendencia de nuestras acciones.
El
autoconocimiento es ese conocerse a uno mismo. Conocer lo que mostramos al
mundo y lo que realmente somos. Es el asunto de tener claras las cosas
que siento, pienso y hago, las cosas que me gustan y las que no; cómo estoy en
el mundo – cual es mi posición con mis amigos, mis padres, mi comunidad;
también es tener claro que está pasándome, qué me hace hacer lo que hago; hacia
donde quiero ir, lo que quiero hacer con mi vida. Es conocer mis personajes, mi
ego, y darme cuenta que soy mucho más que todo eso.
El autoconocimiento convierte cualquier cosa, sea obstáculo o no, en
una herramienta para crecer. Normalmente abordamos nuestras dificultades desde
nuestro ego, esos personajes con los que solemos presentarnos al mundo y con
los que también interpretamos lo que podemos esperar de él. Sin embargo nuestro
ego es limitante, es de mente pequeña, una mente inocente que está muy teñida
por los problemas del mundo, por los problemas que tuvimos en nuestra infancia.
Nos tiene esclavos de falsas creencias e ideas limitadoras, con su rigidez
característica.
El ego nos lleva a vivir en un permanente estado de necesidad. Nunca
llegamos a satisfacerlo del todo, siempre quiere más. Desde el ego pretendemos
que la realidad se adapte siempre a nuestros deseos, necesidades y expectativas
egoístas, lo que nos lleva a vivir una vida marcada por el sinsentido, el
malestar y la necesidad constante de evasión y narcotización de nosotros
mismos.
Practicando el autoconocimiento, podemos conocer nuestro ego e intuir
nuestro verdadero yo, nuestra verdadera esencia, que está conectada con la
sabiduría, la consciencia, el bienestar, la aceptación, el amor y la
creatividad. Cualquier persona que no esté en contacto, aunque sea un poquito,
con su esencia, está en vías de deshumanizarse, pues poco a poco va olvidando y
marginando sus verdaderos valores, lo que de verdad pulsa en su interior.
Desconectándose de sí misma, con la consiguiente repercusión en su forma negativa
de experimentar la vida.
Desarrollar nuestra conciencia, nos permite liberarnos de las falsas
creencias e ideas limitadoras acumuladas por el ego y que tanto condicionan
nuestra existencia. En realidad, todos tenemos nuestro propio brillo interior,
aunque a veces lo tengamos muy escondido a nuestra propia mirada. Hemos de dedicarle un tiempo a observar, a
contemplar desde el silencio interior para saber que esto es así. Todos tenemos
una tendencia innata a dar lo mejor de nosotros mismos, la capacidad de
comprendernos y de encontrar el equilibrio.
Si todo ello no es interrumpido por una sociedad inminentemente egoíca
como la nuestra, competitiva, avariciosa y enferma, que nos impulsa a
esclavizarnos y a sentirnos separados y en lucha con la vida. Hemos de hacernos
cargo de ese condicionamiento para guardar una prudente distancia de seguridad.
Por eso es positivo practicar el autoconocimiento. Para cuestionar
nuestro condicionamiento y recuperar el contacto con nuestra verdadera esencia.
Y desde ahí, sabernos creadores de nuestra vida, abriéndonos al misterio de lo
desconocido, aprendiendo a trascender nuestro egoísmo y egocentrismo para ver a los
demás y al medio ambiente que nos rodea como parte de nosotros mismos. Sin fragmentación, sin separación, sintiéndonos
uno, sabiéndonos todo.
Publicado en el Última Hora, el 6 de Abril del 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario