lunes, 28 de enero de 2013

ARMONIZANDO DIFERENCIAS

Que en la vida tenemos conflictos, de eso no cabe duda. Entramos en conflicto en múltiples y diversas ocasiones: con nuestros hijos, nuestras parejas, con nuestro jefe, nuestros compañeros de trabajo, hasta con nosotros mismos. Sobre todo cuando nos empeñamos en tener razón y sobre ella argumentamos para conseguir nuestros objetivos, eludiendo las emociones que discurren de uno y otro lado.
Un conflicto siempre está definido por una contradicción, una diferencia. Tiene que ver mucho más con emociones que con razones. Surge de la incompatibilidad de objetivos entre dos o más  personas, grupos, países, o entre dos o más partes de un mismo individuo: una parte quiere algo que no puede conseguir, por que algo que tiene que ver con la otra parte,  se lo está impidiendo. Los puntos de vista son diferentes (lo cual no ha de ser problema, de hecho son una gran fuente de creatividad), sin embargo, una parte se quiere imponer a la otra, sea como sea.
Para transformar nuestro conflicto y encontrar una vía de resolución pacífica, hemos de querer armonizar nuestras  diferencias, encontrando una solución que satisfaga a las dos partes,  desde el entendimiento, buscando el acercamiento, no buscando tener la razón por encima de todo, ni salir victoriosos. Hemos de poder salir de ver la solución desde una óptica de ganar o perder (o gana uno y el otro pierde, o al revés), para adoptar una óptica más amplia, desde donde podamos ganar los dos, puesto que si no ganamos ambos, quedaremos enfrentados y enganchados al conflicto.
Si de verdad queremos resolver un conflicto, tenemos que trabajar juntos, con la otra parte, hacia una nueva realidad. Escuchándonos y atendiendo las  necesidades de ambos. Hablando de sentimientos. La solución está más allá, en el lugar al que ambos queremos llegar. Hemos de echar mano de nuestra empatía y creatividad.
¿Cuál es ese lugar al que queremos llegar?  Sobre todo, a un lugar de paz, en donde ya no tengamos conflicto. El conflicto es desagradable queramos o no, para todo lo que lo rodea, las partes implicadas, por supuesto. La paz, la armonía, el entendimiento, son valores mucho mayores que cualquiera de nuestros objetivos, sobre todo si, para conseguir estos últimos, hemos de quedar enfrentados.
Lo que nos proporciona la paz y la armonía en realidad, es la satisfacción de nuestras necesidades. Y cuando digo necesidades es tal cual: necesidades, no objetivos, no caprichos, no intereses, si no necesidades humanas. Me refiero a las condiciones, cambiantes en cada época y cultura, que configuran nuestras necesidades básicas, que son universales y que tantas veces son ignoradas. Repito, ignoradas. Me refiero entonces, a la necesidad de:
-          Sobrevivencia: todos queremos vivir  nuestra vida con la expectativa de vida que corresponde a nuestra cultura y de la manera más saludable.
-           Bienestar material: necesitamos una casa, alimento, educación, medios para desenvolvernos en nuestro medio social…
-          Identidad: un sentido de la vida. Sin ese sentido de la vida no tenemos identidad.
-          Libertad: de elección. No queremos que nos manden todo el tiempo.
Si nuestras necesidades no están siendo satisfechas, el movimiento natural es hacia la satisfacción de esas necesidades, sea como sea, luchando, interponiéndonos, o resignándonos amargamente, con rencor. Sin encontrar solución, la contradicción permanece ahí, no consigo lo que necesito. Me frustro, me enfado, pierdo la esperanza, creo que el otro es cuando menos, estúpido por que se interpone en mi camino. Eso lleva, más pronto o más tarde, a una conducta violenta, tanto si es física, como psicológica o social. La violencia no resuelve la contradicción, genera siempre, más violencia. Quizás consigamos lo que queremos a través de ella, sobre todo si somos más fuertes (física, intelectual o socialmente), pero la contradicción no se resuelve. Así que, en cuanto el otro coja fuerza…volverá al ataque.
Démosle pues, la vuelta al círculo vicioso. Pongamos una mirada más amplia a nuestras diferencias, cambiemos el “chip” y en lugar de tratar de salirnos con la nuestra, sea como sea,  atendamos honestamente a nuestras necesidades y las del otro, observándolas, dejando que se expresen y visualizando otro lugar posible donde las dos partes nos sintamos lo más satisfechas posible, donde las dos sintamos que hemos ganado.
Publicado en el Última Hora Menorca, el 26 de Enero del 2013.

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